La guerra de la restauración portuguesa

En el post sobre los Martín comentábamos la influencia que tuvo la Guerra de la Restauración en los movimientos demográficos en la zona. Y es que, a pesar de haber finalizado en 1668, las tropelías se siguieron cometiendo durante varios años más en esta zona fronteriza. De hecho, en el caso que comentábamos, los españoles invadieron y saquearon Quadrazais en 1707, a pesar de haber haber firmado la paz hacía años.

¿Pero en qué consistió exactamente esta guerra? Como bien dice el título del libro de Rafael Valladares, es una guerra olvidada. Siguiendo su libro voy a esbozar cuatro líneas de lo que fue “La guerra olvidada. Ciudad Rodrigo y su comarca durante la Restauración de Portugal (1640-1668)”.

El comienzo de la Guerra de la Restauración vino señalado por el golpe de estado en Lisboa, el 1 de diciembre de 1640, por el que se destronaba a Felipe IV y se proclamaba al Duque de Braganza como Don Joao IV de Portugal. Ello ponía fin a 60 años de ocupación, desde que Felipe II en 1580 se anexionara Portugal.
El problema era que había una guerra abierta con Holanda desde 1621, a la que se sumó otra con Francia desde 1635; más los levantamientos de Cataluña y Portugal de 1640. De esa forma, Felipe IV decidió confiar la defensa de la frontera a los recursos que los habitantes de la zona aportasen.

El plan establecía a Badajoz, en el distrito de Extremadura, como centro del ataque. Así, las fuerzas de tierra seguirían la ruta Badajoz-Elvás-Évora-Lisboa, mientras la Armada, procedente de los puertos andaluces, desembarcaría en la desembocadura del Tajo. En este plan, tanto el distrito de Galicia (con su plaza de armas en Tuy) como el de Castilla (con plaza de armas en Ciudad Rodrigo y tropas comandadas por el Duque de Alba), serían meras comparsas del ataque extremeño.

El problema de escoger a Extremadura como zona de invasión, era el gran calor y sequía del verano, que hacía imposible cualquier ataque en esta época. Tras unos primeros intentos fallidos al inicio de la contienda, se comprendió el error y se empezó a pensar en Ciudad Rodrigo como zona de operaciones principal.

Desde el inicio, la población civil rechaza todo lo relacionado con la guerra: pago de tributos, reclutamientos forzosos, alojamiento de tropas, etc. Por otro lado, los soldados, hartos de no recibir sus pagas, desertaban y huían a sus pueblos de origen, que solían estar cerca. El problema era la tendencia de los desertores hacia la delincuencia, aunque el problema principal era el alojamiento de las tropas durante el invierno, que solía consistir en repartir a las tropas y los mandos entre las localidades de la zona. El Presidente de la Audiencia de Valladolid recoge en un memorial los estragos que hacen unas compañías de soldados en Tierra de Campos y Salamanca: “…entre otros denuncia que los soldados y las mujeres que les acompañaban exigían raciones dobladas y dinero, robaban, maltrataban y violaban, hasta que las aldeas entregaban al capitán una cantidad para que los llevara a otro sitio”.

A su vez y debido a las carencias, tanto las tropas como la población seguía practicando a sus anchas el contrabando de mercancías con Portugal, pese al bloqueo económico decretado contra los sublevados.

A los continuos robos en las casas y los homicidios que se producían dentro de la misma tropa o entre ésta y los civiles, hay que sumar las entradas que con cada vez más violencia practicaban los portugueses, sabedores del desmoronamiento del orden en toda la zona de frontera mirobrigense.

Veinte años después del inicio del conflicto, Felipe IV se halló libre de compromisos, para poder concentrarse en Portugal; tras haber firmado la Paz de los Pirineos con Francia en 1659 y el restablecimiento de relaciones con Inglaterra en 1660.

El hastío en la población, tras tantos años de guerra es patente, y ese mismo año se informa a Madrid desde Ciudad Rodrigo que las tropas acuarteladas, debido al desabastecimiento, han salido “a las eras a tomar los granos a los naturales, y a los panaderos el pan”.

La situación era tan tensa que continuamente había enfrentamientos entre lugareños y soldados. En Arcos de la Frontera, una discusión entre un soldado de un tercio napolitano allí alojado y un campesino, desató una batalla campal que acabó con 56 víctimas, entre muertos y heridos.
Ya en 1661, los corregidores de Salamanca, Zamora, Ciudad Rodrigo y otros se declaran en rebeldía y rechazan las órdenes del rey de colaboración en el reclutamiento forzoso de campesinos. Ante la insistencia real, no queda otro remedio que huir. Así, los cronistas informan de la “despoblación total de algunos lugares” acaecida en Extremadura en los últimos diez años.

Mientras tanto, militarmente la cosa no iba mejor. Tras la toma española de Évora en 1663, se produce un contraataque portugués que desemboca en la batalla de Estremoz, el principio del fin de las tropas españolas.

Por fin, en febrero de 1665 se produce un violento temporal de lluvias que arrasa gran parte de las fortalezas fronterizas de Castilla y Extremadura, con grandes destrozos en las plazas de Ciudad Rodrigo, Saelices, La Hinojosa, Alberguería, Guinaldo, Puebla de Sanabria, Badajoz, Jurameña y Olivenza.
Militarmente, en junio de se mismo año se produjo la derrota final en Villaviciosa. La muerte de Felipe IV en septiembre dio paso a la regencia de su viuda, Mariana de Austria. La regente aceptó la paz el 13 de febrero de 1668.

Un buen resumen de lo como afectó esta guerra a la Sierra de Gata lo podemos ver en el artículo “La guerra de restauración portuguesa en la Sierra de Gata. Consecuencias demográficas”.


En el caso mañego, en 1642 y debido a dicha guerra, el pueblo, que se levantaba presumiblemente en los alrededores del actual Convento, fue prácticamente destruido; quedando únicamente en pie una torre del fuerte (el actual campanario) que en la época protegía la Villa. El nuevo pueblo se levantó en la parte más alta del antiguo, junto a la ermita Santa María de Cima Villa; la actual Iglesia.
En el mismo año, los portugueses se apoderan del Castillo de Eljas. El Duque de Alba envía tropas desde Ciudad Rodrigo pero son rechazados, aunque finalmente logran recuperar la fortaleza gracias a los refuerzos conseguidos en los pueblos cercanos.



Foto 1. Imagen aérea de Ciudad Rodrigo

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