¿Hechiceros en San Martín?

Os expongo hoy un caso extraído del artículo “La hechicería en el s.XVIII.  El Tribunal de Llerena”, de Mª Angeles Hernández Bermejo y Mercedes Santillana Pérez.

El Tribunal de la Inquisición de Llerena (Badajoz), tenía la jurisdicción sobre la casi totalidad de lo que hoy es Extremadura.  Comprendía el Obispado de Ciudad Rodrigo, Coria, Plasencia, Badajoz y los maestrazgos de Santiago y Alcántara.

Examinando los archivos, se observa que la hechicería continuaba siendo una práctica muy extendida entre la población española a finales del s.XVIII.  Las causas fueron variando con el paso de los años, pero en cualquier caso, era una práctica muy común. 

En el s.XVI las causas más numerosas provenían del norte de Extremadura, tanto por hechicería como por demonología (pactos con el diablo).

En cambio, en el s.XVII el problema procedía principalmente del sur de Extremadura, debido a los moriscos, lo que desvió la atención de otras causas “menos urgentes”.  Por otra parte, al ser la jurisdicción una zona fronteriza con Portugal, el problema judeoconverso (otro día hablaremos de esto) obligó a un gran trabajo de la Inquisición.

Centrándonos en el s.XVIII, el tipo de prácticas mágicas sigue siendo el mismo que en los siglos precedentes: hechicería, curanderismo, superstición, etc; aunque el pacto demoníaco apenas está ya presente.  Las mujeres siguen siendo las principales acusadas (alrededor del 70%). 

Lógicamente, el mayor número de encausados procedía de los lugares de mayor población (Badajoz (16 casos), Cáceres, Plasencia, Fregenal (10 casos), Jerez de los Caballeros, Zafra (14 casos), Llerena (17 casos), Coria, Trujillo, Mérida (9 casos), etc). 

Sin embargo y en comparación con su tamaño, lo curioso es que las autoras destacan un núcleo en los que la presencia de la hechicería era mayor: San Martín de Trevejo, con 10 encausados (únicamente lo iguala Fuente de Cantos, con otros 10 casos).

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La hechicería y la brujería ofrecían en esa época soluciones a 4 problemas principales: Salud, sexo, necesidad económica y angustia ante el futuro (como se ve, poco han cambiado las cosas).

¿Y en qué consistía la brujería de la época?  Pues las prácticas mágicas en los ss.XVI-XVII eran mayoritariamente hechizos amatorios, mientras que en el s.XVIII son mayoritariamente acusados los curanderos (casi el 70%), frente a los hechizos maléficos (13%), los sacatesoros (3%) o los visionarios (1%).

Para los que se quieran imaginar a aquellos curanderos y curanderas mañegos del s.XVIII; eran personas plenamente integradas en la sociedad, de las que se sabía habían curado  a tal o cual amigo o pariente y que eran más baratos que los médicos de la época (y en muchos casos, los resultados no eran peores).
La dolencia más común a la que se dedicaban era el mal de ojo, que englobaba todas aquellas enfermedades que no tenían un cuadro clínico muy definido.

Los casos son infinitos.  Isabel de Santiago, una vecina de Mérida curó a D. Sebastián Flores, un estudiante salmantino que llegó muy enfermo.  Le administraron saúco verde machacado con tocino, sal y una hoja que ponía sobre el emplasto, que ponía en la boca del estómago y le daba baños en las piernas con agua de azucena y una bebida como de yema de pan cocido con huevos, azúcar y unos polvos que el enfermo decía le sabían a berros y que en esta cura estuvieron cuatro días.

Catalina Benita devolvía la leche a las recién paridas.  El ritual era el siguiente: que trajese un candil encendido, un plato blanco, aceite y agua y habiéndose ejecutado, la dijo la reo echase los pechos fuera y sobre ellos hizo unos signos a manera de cruces malformados, y echó con el dedo aceite del candil en el agua que estaba en el plato, hablando la reo entre sí, cosas que no entendió la declarante e inmediatamente la vino tanta leche que se le salía de los pechos y encargó la reo que el agua y aceite la echasen donde se secase y no la bebiese ningún animal.

Se pueden encontrar también casos de prácticas adivinatorias (por ejemplo, quien me ha robado las gallinas), solicitudes de todo tipo (quiero matar a mi marido con un hechizo) o prácticas que nada tienen que envidiar al vudú.

Las penas que imponía la Inquisición fueron suavizándose con el tiempo, y a mediados del s.XVIII hay un gran número de personas que únicamente son reprendidas, frente a las antiguas sentencias de la vergüenza pública por las calles, destierro o azotes.  No obstante, y pese a los intentos de las autoridades eclesiásticas y civiles de la época por introducir la racionalidad y la cultura, un mundo lleno de ignorancia, credulidad y miseria seguía existiendo.

Tres siglos después siguen siendo frecuentes los símbolos protectores en muchas fachadas, especialmente en la puerta o las ventanas de la casa.  Placas metálicas con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, o elementos vegetales bendecidos el Domingo de Ramos (ramas de olivo, de boj, de acebo); siguen en el siglo XXI dándonos más seguridad e impidiendo la entrada por la ventana (por ejemplo) de lo maligno.


Nota:La "existencia" de brujas ha quedado reflejada, como en tantos otros pueblos, en topónimos como "la revuelta de las brujas".  En su libro "Gnomos. Guía de los seres mágicos de España", Jesús Callejo comenta que en esa revuelta tradicionalmente se dice que están retenidas las las almas de los brujos, esperando un conjuro que los libere.  Son invisibles, pero se manifiestan en forma de pequeñas lucecitas especialmente cuando hay vientos tempestuosos.

Como vemos, la historia es mucho más que datos y cifras ordenados año tras año.  La Historia con mayúsculas se escribe en base a estas pequeñas historias que suceden sin demasiado ruido.  A mi me gusta imaginarme las historias en su contexto; como cuando lees “Los Pilares de la Tierra” (o alguna novela similar), que acabas imbuido por la narrativa del autor y te parece pasear por las calles del pueblo de la novela.  Si alguien quiere más datos de cómo era el San Martín de mediados del s.XVIII, en el enlace “Catastro de Ensenada Mañego” hay, al menos, una somera descripción de lo que podíamos encontrar en el pueblo; en la misma época que algún curandero acabó encausado en el Tribunal de la Inquisición de Llerena.

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